sábado, 23 de agosto de 2008

EL ALMIQUÍ PEPITO

PRIMO DEL ALMIQUÍ ALEJANDRITO
EL ALMIQUÍ "PEPITO"
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Por © Carlos Alberto Arellano
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Como bien sabes, Sarita, el almiquí cubano, un agradecido y satisfecho comedor de insectos, es un mamífero primitivo gracioso, peludo y desconfiado, que gusta de refugiarse en madrigueras excavadas en la tierra. Su color es negro o pardo oscuro. Los hombros y el hocico son de un blanco amarillento. Dicen que en sus mejores tiempos, tiempos felices que ya nunca volverán, pobló con su fecundidad y su gracia toda la isla. Es tan raro, tan hermoso y tan pequeño (55 cm de longitud), que parece salido de los fantasmales interiores de un viejísimo cuento de hadas. Todos (o casi todos) lo creíamos extinto. Mi abuelo, mi padre y yo mismo, lo hemos buscado hasta el agotamiento y la desesperación. Mi abuelo, el que más lo buscó, se quedó ciego de tanto rastrearlo, año tras año, por aquí, por allá y más allá. Cuando yo era pequeño, Sarita, allá en la preciosa Cuba de mi infancia, mi abuelo Tomás me contaba infinitas anécdotas de su interminable búsqueda del almiquí. Dos veces estuvo a punto de perder a su mujer, mi querida abuela Clara, que se enojaba y protestaba mucho cada vez que el abuelo andaba lejos, muy lejos de casa, persiguiendo sin descanso al almiquí. Solenodon cubanus, Solenodon cubanus, ¿donde diablos estás? Repetía mi abuelo, como recitando una plegaria, una y otra vez, mientras caía la tarde a sus espaldas y sentía, en lo profundo de su corazón, que ese día tampoco lo encontraría. Su obsesión con el animalito perdido era tan grande, que no se permitía descansar ni en sueños, ni en pesadillas. Solía amanecer bañado en un sudor frío y pegajoso, agotado hasta los huesos, de tanto buscar al almiquí con los ojos cerrados, de tanto rastrearlo en los oscuros bosques de sus fantasías (el almiquí es de hábitos nocturnos). Yo sabía, Sarita, porque él me lo había dicho en una lejana tarde de agosto o de septiembre de hace muchos años, que a este simpático animalito lo habían descubierto en el siglo XIX. También sabía que su saliva es venenosa. Si lo encuentras, me decía mi abuelo, cuídate de su mordida. Recuerda: su saliva es venenosa. ¡Cuídate mucho! Hacía tiempo que nadie lo había vuelto a ver. Sí, todos los creíamos extinto. Todos, menos mi abuelo y mi padre. Un día lo encontraremos, te lo prometo, me dijo mi padre alguna vez, muy convencido de la validez de sus palabras. Lo encontraremos y dejaremos nuestros nombres grabados en la historia de la fauna cubana. Cuando en 2003 apareció Alejandrito (llamado así en honor del campesino que lo descubrió, ¡bendito sea!) pueden verlo allá arriba, mi corazón se llenó de gozo y de tristeza. Mi padre y mi abuelo hacía mucho que habían muerto. Pensando en el almiquí, soñando aún en su lecho de muerte con la esquiva criaturita, sufriendo horrores por no haber dado nunca con sus huellas, mi abuelo le dejó al mundo estas palabras: Que no crean que lo he buscado en vano... Que no crean que lo he buscado en vano. Sepan, ahora mismo, que el almiquí vive en el Parque Nacional Humboldt. Creo que los perros y los gatos (que entraron en la isla con los europeos) son sus peores enemigos. Y sí, el solenodon cubanus es una especie endémica de Cuba. Me da tristeza, mucha tristeza, que este hermoso animalito esté hoy en peligro de extinción.

Carlos Alberto Arellano

Que yo sepa, Sarita, sólo existen dos especies de almiquí en el mundo: La cubana, el solenodon cubanus, y la haitiana, el solenodon paradoxus.

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"Pepito" - Un Amiguito Inseparable

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Pues les cuento: En aquella Cuba de mi niñez feliz, un buen día, jugando y correteando en la campiña cubana, salió a mi encuentro de su madriguera el almiquí “Pepito”. Desde el primer momento nos convertimos en amigos inseparables.

Lo más curioso de todo fue el descubrir que “Pepito” podía hablar y poseía una gran sabiduría. Es más, era casi humano y me enseño muchas cosas que más tarde me ayudarían a sobrevivir alejada de mi tierra natal.

Pobrecito, se había quedado solito porque todos los de su misma especie se habían extinguido. Vivía escondidito en su madriguera lleno de temor. ¡Que tristeza sentí al enterarme que vivía perseguido por los gatos y perros salvajes!

Ante tan conmovedora historia y lo precario de su existencia, lo adopté inmediatamente y me lo llevé para mi casa. Lo tenia muy escondidito en mi casita de muñecas donde vivía muy feliz y protegido de sus depredadores. El único problema era que Pepito tenía un apetito voraz. Todos los días salíamos de expedición para que Pepito fuera en busca de sus bichitos que tanto le gustaba comer. Mientras degustaba de sus golosinas, yo vigilaba muy atenta para que no se le acercaran los perros y los gatos malvados. Después de llenarse su barriguita y sentirse muy satisfecho, corríamos de vuelta a casa felices y contentos.

Al fin, llego el día más triste de mi vida cuando me tuve que ir de Cuba. ¿Cómo iba yo a poder separarme de mi amiguito entrañable? Me dije: “No, este es mi amiguito de por vida, jamás lo abandonaré y dejaré atrás para que corra el riesgo de ser devorado por lo perros y los gatos”. “Jamás me separaré de él”. Como era tan chiquitito, el día de mi partida lo escondí en mi bolsillo y cruzamos los dos juntitos el Estrecho de la Florida en avión. Los dos nos sentíamos muy tristes dejando atrás nuestra tierra natal.

Pues ahí lo tienen en esa foto, vivito y coleando en mi jardín en la Florida. Le enseñé a comer de todo, es más, hasta aprendió a comer arroz y frijoles negros con platanitos maduros fritos, típica comida cubana. Ya no come bichitos.

Han transcurrido tantos, pero tantos años desde aquel primer encuentro. Milagrosamente Pepito sigue vivo. ¡Pepito resulto ser inmortal! ¡Sí, un verdadero milagro! Nuestro encuentro fue providencial. Ahora, aún triste lejos de mi Cuba, aquí tengo conmigo, para siempre, un pedacito de ella!

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo conocí a Pepito. Sí, señora Sarita, es la verdad. Lo conocí antes que usted. Fuimos muy buenos amigos. Me hacía feliz charlar con ese animalito tan inteligente y tan simpático. Aprendí mucho a su lado. Una vez a la semana, casi siempre los sábados al atardecer, me encontraba con él en la entrada de su madriguera. Y, ¿sabe qué? Yo también tuve que irme de Cuba. Sí, yo también pasé por esa tristeza del corazón. Recuerdo claramente la última vez que vi a Pepito. Lo mucho que hablamos. Lo mucho que recordamos. Me dolió no poder llevarlo conmigo a los Estados Unidos. ¡¡Qué alegría tan grande fue enterarme que está con usted!! ¡¡Es hermoso saber que se encuentra en buenas manos!! ¿Me dejaría verlo, señora Sarita? ¿Mmm? ¿Me haría ese favor?

Su amigo: Pepe Galleta

Sarita-Contigo en la Distancia dijo...

Don Pepe:

¡Qué alegría verlo pasar por aquí después de tanto tiempo!

¡Qué gran sorpresa al enterarme que Ud. también conocía a mi Pepito antes de que se fuera de Cuba! Pues mire Ud., aquí lo tengo muy vivito y coleando, muy feliz a mi lado.

Pues si que si, ese Pepito es muy pero muy inteligente, mucho más que nosotros los humanos. Ya me dijo que se recuerda de Ud. muy bien, que Ud. era muy bueno y lo quería mucho. Pepito se sentirá muy pero muy feliz con su visita.

Cuando Ud. lo desee, Don Pepe, con mucho gusto puede visitar a mi Pepito.

Gracias por su visita a mi blog, Don Pepe, se le aprecia siempre. ¡Qué siga Ud. muy bien!