Gavilán colilargo: Una ave rapaz endémica de Cuba
Imagen tomada de: Wikipedia
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Por Carlos Alberto Arellano
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Soy un gavilán colilargo. Eso es lo que soy. Un ave rapaz endémica de Cuba, chico. Eso significa (que quede claro para todos) que sólo me encuentro de forma natural en ese país y en ningún otro. Repito: En ningún otro. Quiero que sepan, ahora mismo, que me siento muy a gusto viviendo en las selvas de la isla. Sí, ahí me siento muy cómodo y muy feliz. El problema es que, debido a la progresiva pérdida de mi hábitat natural (ese espacio ecológico tan bueno, tan ideal, tan apropiado para que mi especie pueda vivir, reproducirse y perpetuarse por los siglos de los siglos) me encuentro en serio peligro de extinción, como tantos otros animales de este mundo. ¿Se habrán olvidado de nosotros los humanos? Espero que no. Sería muy triste que así fuera.
Ahora paso, si me permiten, a describir mi aspecto. Muchas veces he pensado, y ahora lo pienso una vez más, que soy un animal de aspecto vistoso y agradable. Algunos humanos, los más entendidos, los que han dedicado sus vidas al estudio profundo de las aves, dicen que soy semejante al gavilán de Cooper. Puede ser. No lo discuto. Pero sepan que no he visto a ninguno de esos mentados gavilanes en esta isla. ¡Ni una vez! (Tengo entendido que el gavilán de Cooper es natural de América Central y de América del Norte.) Sigamos con mi aspecto. Mis alas son cortas y redondeadas. Mi cola larga y mi visión binocular. Por eso soy muy hábil cuando me muevo entre la vegetación.
Tal vez les llame la atención que las hembras de mi especie (todas bellas, simpáticas, preciosas) son más grandes que nosotros, los machos. Una hembra adulta les cuento, puede medir más de medio metro de longitud.
Si bien mi alimento favorito son otras aves de la isla, también persigo y devoro roedores. Me zampo todos los encuentro por ahí. O sea: estoy del lado de la agricultura. ¿Entienden por qué? Porque los roedores, como todos sabemos, no es secreto para nadie, les causan muchas pérdidas y dolores de cabeza a los agricultores. Lo malo es que también me gustan las gallinas, cuya carne es blanca y deliciosa. Y los patos. Y los guanajos. Justamente por eso, amigos lectores de este blog, es que los guajiros me miran con malos ojos.
Para terminar (me estoy yendo) les voy a contar que me gusta aparearme entre febrero y mayo. Es la mejor época para mí. Bueno, pensé que querrían saberlo, por eso lo dije. Y sepan también, ya que estamos en el baile, que nos gusta armar nuestros nidos (casi siempre) por debajo de la copa de un árbol grande. Las hembras (¡qué bonitas son, qué bonitas!) ponen de tres a cuatro huevos por nidada. Nuestros hábitats naturales (los que están desapareciendo y desapareciendo, qué feo eso, ¡qué feo!) son los bosques secos y húmedos. Bueno, eso es todo lo que voy decir por ahora. ¡Nos vemos!
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